lunes, 24 de marzo de 2008

¿Existe Dios?

Quizá sea arduo, prolijo y prolongado, pero es un asunto que pienso dejar zanjado en este "post" de una vez por todas. Estoy harto de oir hablar de ello y de que nunca quede definitivamente dilucidado, harto de que con demostraciones incompletas se de pié al oponente para volver a la carga con nuevos o, más frecuentemente, manidos argumentos que invariablemente dejan sin resolver la cuestión.
Las "demostraciones" de la no existencia de Dios, siempre han sido las más "rigurosas". Demostraciones por reducción al absurdo, por recurrencia, por exhaución... Algunas de ellas con un casi impecable aspecto matemático. Yo mismo, en mi modestia, tengo una por reducción al absurdo -que confeccioné con apenas diez años- muy bonita, con sus axiomas y algún que otro corolario. Sin embargo, no quiero decir con esto que no las haya de alta emotividad, como las del tipo "cómo es que Dios permite los desastres y cosas así ...", pero en líneas generales el ateo tiende a ser más contundente, queriendo "pulverizar" al creyente bajo el rodillo de la "razón".
Las "demostraciones" de la existencia de Dios, por contra, son normalmente más cálidas , más emotivas, recurren más a lo inefable y, aunque tampoco faltan las del modelo "apisonadora racional", suelen ser coherentes con la naturaleza de su posición, ápelando al hemisferio derecho del cerebro predominantemente.
El problema con estas "demostraciones" y la razón por la que las he entrecomillado, es que , efectivamente, no demuestran nada.
Bueno, pero, ¿qué posición toma Vd.? -quizá esté preguntándose el paciente lector-, pues mire, para mí, es obvio que Dios no existe. No aparece por ninguna parte, ni vivo, ni muerto (como decía Nietzsche) Yo soy incapaz de verlo en una flor, ni en un niño, ni en una estrella, cuanto menos en todas partes... Ahora mismo, por ejemplo, estoy sentado ante el portátil y levanto la vista y veo la habitación, los muebles, el gato... Nada de Dios. Más cerca de mi tengo la pantalla del ordenador y más cerca aún veo, aunque borrosos, los bordes de mis gafas, nada que se parezca a Dios. Decido acercarme más y veo unas sombras que probablemente son mis pestañas. Cierro los ojos. Ahora no veo nada pero si percibo mis pensamientos. Es mi cerebro, una potente máquina -no el mío, el cerebro humano en general- todo el rato pensando, sintiendo, recordando, imaginando... pero es mi cerebro, no Dios.
Sin embargo, hay algo extraño, algo que me preocupa y me inquieta. Algo que está un poco por detrás. Algo que percibe los pensamientos de mi cerebro, que percibe la sensación de inquietud que me invade y la sombra que deben ser mis pestañas, y el borde borroso de mis gafas y la pantalla del portátil y el gato y la habitación y la estrella, el niño y la flor. Es algo que no parece hacer nada sino percibir.
No sé qué es.

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